¿Qué es la obesidad?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera a la obesidad como la enfremedad del siglo XXI con características de pandemia. Si bien el riesgo de obesidad tiene múltiples factores y determinantes como los demográficos, familiares y personales, es un fenómeno que sucede en todo el mundo. Por este motivo, es importante identificar esta patología de manera temprana para poder prevenir enfermedades crónicas no transmisibles derivadas de este estado.
Podríamos definir a esta enfermedad como el incremento en el porcentaje del tejido adiposo corporal, frecuentemente acompañado de aumento de peso, cuya magnitud y distribución condicionan la salud del individuo.
¿Cómo se diagnostica la obesidad infantil?
A pesar de que lo niños tienen características particulares, el procedimiento para diagnosticar la enfermedad es similar al de un adulto. Esto se hace a través de los controles antropométricos periódicos (mediciones de las dimensiones del cuerpo humano), el espesor de los pliegues cutáneos y principalmente con al cálculo del índice de masa corporal (IMC).
El IMC es una medida de relación entre la talla y el peso de una persona. Este valor es variable según la edad y el sexo. Este resultado es comparado con tablas de referencias de crecimiento que publican diferentes entidades como por ejemplo, la OMS. Además, inciden otros factores como las proporciones de tejidos musculares y adiposos. Esta evaluación debe ser realizada por un profesional capacitado para medir esta relación.
¿Cómo puede prevenirse?
Antes que nada es necesario el asesoramiento y seguimiento de profesionales de la salud especializados en nutrición. Sin embargo, desde el embarazo se puede tomar medidas para reducir el riego de un bebé con sobrepeso. Para esto, es importante que la madre tenga una adecuada alimentación durante su embarazo para evitar que su hijo tenga bajo peso al nacer. También se debe evitar el exceso de peso antes y después de la concepción. La obesidad durante el embarazo generalmente provoca que el bebé aumenta de peso más de lo normal, poniendo en riesgo su salud futura.
En los casos en los que se cuenta con un niño con tendencia al aumento de peso, desde el núcleo familiar se puede hacer mucho: identificar los factores de riesgo, así como evaluar si existe sobreingesta o ansiedad en él. Es prudente educar sobre cuáles son los correctos hábitos alimenticios y cuáles no lo son. También, se debe estar atento sobre las conductas físicas para evitar el sedentarismo y promover una actividad recreativa acorde a su edad. Si los padres se involucran personalmente, es más fácil que el niño incorpore estos hábitos.
En el primer año de vida del bebé, conviene mantener la lactancia el mayor tiempo posible. Cuando éste incorpore alimentación artificial, es conveniente respetar las sensaciones de hambre y saciedad del bebé (siempre y cuando sea dentro de los parámetros normales diarios). Cuando se incorpore alimentación sólida es prudente respetar el apetito del niño. Y por último, no es conveniente usar la comida como instrumento de premio o castigo.
¿Cuál es el tratamiento?
El diagnóstico temprano de la obesidad infantil es una herramienta útil para tratar esta patología. Es importante la intervención de profesionales de la salud ya que cualquier tratamiento sobre la obesidad es personal y debe estar planificado para cada paciente. No deben practicarse tratamientos de otros niños por más que hayan sido efectivos para el paciente original. El equilibrio físico en relación a la ingesta de nutrientes es particular para cada persona.
En el tratamiento de la obesidad, podemos destacar que generalmente es necesario modificar los hábitos nutricionales y muchas veces hasta modificar su estilo de vida, además de brindar apoyo psico-afectivo y promover la actividad física.
Para cambiar los hábitos nutricionales es necesario diseñar un plan de alimentación tendiente a disminuir o distribuir el consumo de:
Azúcares
Evitar todo alimento rico en azúcares de rápida absorción como el azúcar, mermelada, miel, golosinas, gaseosas, jugos, etc.
Hidratos de carbono
Regular la ingesta en cantidades adecuadas y repartidas en las comidas de harinas, pan, cereales, legumbres, choclo, papa y batata.
Verduras, frutas, huevos y lácteos
Consumir con mayor libertad todo los alimentos con poca cantidad de hidratos de carbono como: verduras, quesos, yogur, leche, carnes y huevos.
Asimismo el plan nutricional debe ir acompañado por una actividad física de al menos 30 minutos de duración 3 veces a la semana, limitando las actividades sedentarias a no más de 2 horas diarias. Es recomendable que la actividad física sea placentera para el niño para que pueda disfrutarla y no padecerla.
Desde el núcleo familiar es conveniente enseñarle al niño a ordenar su alimentación, sobre cuáles son las porciones adecuadas para su edad y destacar las conductas positivas con respecto a la comida. Asimismo los profesionales de la salud pueden comunicar los logros y las metas que se van alcanzando durante el tratamiento.
Cabe aclarar, que en niños con predisposición a sufrir esta enfermedad, un tratamiento para revertir o prevenir la obesidad de manera temprana suele ser más exitoso que los tratamiento iniciados en la adolescencia o adustez.
¿Cuáles enfermedades puede ocasionar la obesidad?
Existen varias enfermedades asociadas a la obesidad como: Diabetes, Síndrome metabólico que consiste en: hipertensión arterial, aumento de los niveles de azúcar, niveles sanguíneos elevados de triglicéridos, bajos niveles sanguíneos de colesterol y exceso de grasa alrededor de la cintura.
Además puede presentarse enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias, dislipemia (alteración del metabolismo de los lípidos), apneas, hipertensión y esteatosis (acumulación anormal de grasa en el hígado), entre otras.
Pero además existen problemas psicosociales que muchas veces no son tenidos en cuenta como: el aislamiento o rechazo social, baja autoestima, imagen corporal distorsionada, tendencia a la depresión o mayor nivel de ansiedad entre otras.
¿Cuál es el compromiso que deben tomar los padres?
Lamentablemente no se observa un compromiso importante de los padres ya que los casos de obesidad infantil aumentan año tras año. Las razones son obvias: las largas jornadas laborales de los padres impactan directamente en la supervisión alimentaria de los niños. También existen casos en los que no se cuenta con información precisa de cómo organizar una nutrición saludable.
A esto hay que sumar los casos de sobrepeso en los padres, dando un mal ejemplo a los niños y por esta casusa hacerlos más difíciles de tratar. En estos casos el compromiso radica en todo el núcleo familiar quien debe hacer un aprendizaje nutricional y cambiar sus hábitos alimenticios.
También cabe destacar los hábitos cotidianos. En general, en niños con sobrepeso u obesidad se puede observar que los padres no ponen límites a la hora de mirar televisión o de estar frente a una pantalla de cualquier tipo (computadora, videojuegos, celulares, etc…) por más de 2 horas diarias. De la misma manera, la relación con actividades físicas y recreativas es escasa y muchas veces no está incentivada ni acompañada por los padres.
Por todas estas razones es imporante que los padres tomen la responsabilidad de acudir a un nutricionista, comprometiéndose a respetar toda indicación profesional para poder revertir esta situación a tiempo.