Si se logra que los niños tengan la mejor nutrición durante los primeros 1000 días de vida, la batalla por un desarrollo saludable estará cerca de ser ganada.
La mayoría de los padres (o futuros padres) no sabe que las elecciones nutricionales en las etapas tempranas de la vida impactan en el desarrollo a largo plazo de su hijo.
Un gran porcentaje de la salud futura del bebé está determinado por factores ambientales (nutrición, cuidados de la salud, higiene, educación, estimulación cognitiva y contención, entre otros) y no sólo por factores genéticos.
Un claro ejemplo se da en las abejas, donde la abeja obrera y la abeja reina comparten la misma información genética, pero mientras la obrera vive 15 días y no puede reproducirse, la reina, al ser alimentada con jalea real, logra una supervivencia de un año y medio y se reproduce en la colonia. Son los mismos genes, pero una y otra no recibieron lo mismo luego de nacer.
La mayor ventana de oportunidad para que la nutrición tenga un impacto en la salud es durante los primeros 1000 días de vida, desde la concepción y hasta los dos años de edad.
Son determinantes la alimentación de la mujer antes y durante el embarazo, la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida, y la alimentación complementaria adecuada hasta los dos años.
Influenciando los genes
Los genes con los que nacemos, no son los únicos determinantes de nuestro destino; se los puede “influenciar” para alcanzar el mayor potencial de cada uno. No todo está escrito y tenemos mucho por hacer para garantizar la salud futura y el máximo desarrollo físico, intelectual y emocional de nuestros hijos y de las futuras generaciones.