Un especialista que participó del primer tratamiento de este tipo en el país contó su experiencia. “Estábamos en el laboratorio viendo embriones humanos, no lo podíamos creer“, sostuvo el experto
La fertilización in vitro llegó al país en 1985. Uno de los médicos que participó en la primera fertilización que se hizo en la Argentina fue Santiago Brugo Olmedo, hoy director médico de Seremas. “En 1985 realizamos el primer ciclo de pacientes de fertilización in vitro. Increíblemente, la primera paciente, una mujer tucumana que llevaba 10 años intentando concebir un bebé, se embarazó en ese primer intento y tuvo mellizos en 1986“, contó el profesional.
“Conseguimos siete embriones y los pusimos todos. Hoy esto sería una locura, sólo se transfieren 2 o 3 embriones por paciente. Fue muy emocionante la experiencia. Estábamos en el laboratorio viendo embriones humanos, no lo podíamos creer“, agregó Olmedo.
Desde entonces los avances producidos en las técnicas de reproducción asistida cambiaron la vida de cientos de miles de parejas con problemas para concebir. Robert Edwards, Nobel de Medicina 2010.
Robert Edwards ganó hoy el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, concedido por el Instituto Karolinska de Suecia, por el “desarrollo de la fecundación in vitro”, según el comunicado de la organización.
El premio, dotado de 10 millones de coronas suecas (1,08 millones de euros), recayó sobre este antiguo investigador de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) que en 1968 realizó junto a Patrick Steptoe la fertilización de un óvulo humano fuera del organismo de la mujer.
Éste sería el primer paso hacia la fecundación in vitro que daría lugar a la primera niña probeta del mundo, Louise Brown, en 1978.
Steptoe falleció dos décadas después de lograr la fecundación artificial -por eso no se le ha otorgado el Nobel- pero el trabajo que llevó a cabo con Edwards recibió numerosos galardones, entre ellos el prestigioso Premio Albert Lasker de Investigación Médica en 2001.
Su investigación
Los trabajos de Edwards, de 85 años, comenzaron en 1960 con el estudio de la fertilización humana. Ocho años después, él y su colega Steptoe, ginecólogo del Hospital General de Oldham (Reino Unido), fueron capaces de fecundar un óvulo en un el laboratorio y desarrollaron un medio de cultivo que permitía esta reacción ‘in vitro’.
El 25 de julio de 1978, el nacimiento de Louise Joy Brown conmocionó al mundo de la ciencia y la medicina. Era el primer ser humano concebido fuera del útero materno gracias a una nueva y entonces controvertida técnica llamada “fecundación in vitro” (FIV). En 1976, Brown consultó a Steptoe, que sabía mucho sobre laparoscopía y pensaba que el bloqueo que se produce en las trompas de Falopio podía superarse extrayendo el óvulo de la mujer, fertilizándolo en el laboratorio con el esperma del hombre, manteniéndolo vivo durante unos días hasta que se formara el embrión eimplantándolo nuevamente en el útero de la mujer.
El equipo formado por Steptoe y Edwards llevaba ya 12 años de investigación: el procedimiento se había intentado sin éxito 78 veces en otras mujeres. En más de una oportunidad consiguieron embarazos no evolutivos, y empezaron a recibir críticas por intentarlo.
Brown aceptó hacerse la práctica el 10 de noviembre de 1977. Steptoe tomó un óvulo de la madre, en tanto que Edwards lo unió con el esperma del padre, John Brown. Dos días y medio después los médicos implantaron al óvulo fertilizado en el útero de la mujer.
La experiencia argentina
Pese a que alrededor de un 15% de la población mundial experimenta problemas de fertilidad, el camino de los pioneros fue extenso y repleto de obstáculos. “Meses antes de que se produjera el nacimiento, el propio Steptoe, en un congreso internacional que se desarrolló en Buenos Aires, nos comunicó los detalles de cómo habían conseguido el establecimiento de ese embarazo evolutivo. La ciencia ficción se estaba volviendo realidad“, contó Roberto Coco, testigo atónito de esa conferencia y actual director del centro médico de reproducción asistida Fecunditas.
“Estábamos todos centrados en lo que decía Steptoe. Era un ambiente inquietante, de asombro, de miedo, de muchos interrogantes. Algo que ocurría en el seno materno se podía manipular fuera del mismo para favorecer la implantación del embrión en el útero de aquellas mujeres que no tenían trompas permeables. Había, por supuesto, mucho suspenso por el resultado, sobre todo si ese andar por fuera de la trompa, y expuesto a condiciones in vitro no favorables, pudieran causar algún tipo de daño”, explicó Coco.
“Pero prevaleció la idea de que lo único que se hacía en la FIV era propiciar la fecundación y que, si se cuidaba o se disminuía todas las potenciales injurias (radiaciones, automedicación, infecciones virales) los resultados deberían ser exitosos“, recordó el profesional. Y agregó que “ese notición marcó un antes y un después en la medicina reproductiva y en pocos años se extendió alrededor del mundo”.