La amistad en todas sus etapas

La amistad en todas sus etapas

La importancia de la amistad en todas sus etapas

La palabra “amigo” proviene del latín “amicus”, derivado del verbo “amare” (amar).
El ser humano es un ser social por excelencia y la familia es el primer agente socializador que interviene en el niño. El vínculo e interacción con su madre y, más adelante, con los demás miembros de ese núcleo resulta fundamental en el desarrollo de su personalidad: la imagen de mundo será acorde con la que posee el grupo familiar.

Más adelante, el niño toma contacto con diferentes personas e instituciones que amplían su socialización. El ingreso al jardín lo lleva a las primeras interacciones con pares fuera de su entorno más próximo y, una vez allí, se tiene que adecuar a normas, convivir con otros niños, compartir, pero también a competir por un lugar.

Las amistades intervienen en el desarrollo psíquico y emocional del niño. En la interacción con amigos, los niños aprenden habilidades sociales como comunicarse, cooperar y solucionar problemas. Practican el control de sus impulsos y responden a las emociones de sus pares. También desarrollan la capacidad de evaluar distintas situaciones que surgen en sus relaciones y negociar acorde a ello.

La amistad entre niños los ayuda también a desarrollar códigos éticos, como la tolerancia, el respeto hacia el otro, el ayudar a los demás, la inclusión. Pero también despierta sensaciones desagradables como el dolor, el rechazo, el abandono, la impotencia que lo prepararán para la vida.

En los últimos años, factores como el advenimiento de los videojuegos y la computadora, la inseguridad -que hace que los niños se vean limitados a jugar solos en las calles o plazas-, el aumento de horas de televisión y, en algunos casos, la sobrecarga de horarios escolares y actividades hacen que los niños tengan menos horas para jugar con otros y socializar.

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En la edad escolar, los niños desarrollan lazos de amistad que a veces perduran a lo largo de la vida. Es más frecuente que entre los 6 y los 12 años –que coincide con el período de latencia de su desarrollo psicosexual, y los intereses lúdicos e intelectuales de esa etapa– las niñas y los niños formen grupos separados, a veces rivalizando entre ellos.

En la pubertad las amistades se tornan cruciales. La adolescencia es un período crítico en el desarrollo del ser humano y conlleva importantes cambios en las esferas física, psíquica y social. Es un proceso complejo y arduo que implica la pérdida del cuerpo, el rol y la identidad infantil.

La necesidad de diferenciación conduce al joven al abandono de la identificación parental y se establecen para él nuevos modelos y metas. Necesitan salir al exterior, establecer nuevos contactos, crear redes de amigos, descubrir el mundo y su lugar en él. Paralelamente, para ellos caen la imágenes idealizadas de los padres. Los adolescentes sienten que los adultos no los comprenden y, a medida que se alejan afectivamente de su familia, encuentran nuevos interlocutores en sus amigos.

Durante esta etapa, la persona intenta construir su grupo de amigos similares a ellos, con las mismas aficiones, los mismos gustos y establecen relaciones de confianza y lealtad. Los adolescentes se sienten cómodos con sus compañeros, quienes atraviesan los mismos cambios psicológicos y físicos.

Al comienzo, los grupos tienden a ser del mismo sexo, lo que facilita el fortalecimiento de identidades y roles antes de entrar a la interacción con el sexo opuesto. Confiar en un amigo ayuda al joven a explorar sus propios sentimientos y definir su identidad. La amistad se convierte en un lugar seguro para dar opiniones, expresar sentimientos y obtener ayuda para enfrentar problemas.

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El grupo ayuda a elaborar la separación del entorno de la infancia y la salida al mundo adulto. Cumple la función que antes correspondía a la familia. Provee espacios, rutinas, modelos identificatorios, códigos compartidos, contención emocional, y crea un contexto válido en donde se presenta la rivalidad, los celos, la competencia. El grupo también es un lugar en donde los adolescentes pueden desahogarse, criticar a los padres, a los docentes, a otros grupos, preguntarse sobre el enigma de la sexualidad, los deseos, el futuro.

A veces, el amigo íntimo es idealizado y se le atribuyen las cualidades que el joven quisiera tener. En el grupo, el adolescente busca su identidad, el ideal del yo, una imagen que le dé seguridad, que lo tranquilice. Cuanto más vulnerable se sienta, tanto más buscará a los otros e intentará identificarse con ellos, inclusive a costa de dirimir aspectos diferenciales de su personalidad para fundirse con el grupo y pertenecer.

Los adultos podemos ayudar a nuestros hijos a promover y sostener amistades. Nuestros niños y jóvenes aprenderán mas fácilmente a cultivarlas en una familia que valora y respeta a sus amigos y que los mantiene a través del tiempo. A los niños pequeños debemos acompañarlos generando espacios de encuentro; a los adolescentes, respetando sus elecciones.

Fuente: La Voz

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