La mayoría de la personas siente el impulso de alzar en brazos, de proteger y acariciar a un bebé. Sin embargo, esto siempre ha sido un tema de discusión ya que muchos dicen que hacerle “upa” al bebé puede malcriarlos.
Afortunadamente, la ciencia demuestra una vez más que están equivocados. Los últimos estudios han revelado que alzar al bebé es sumamente beneficioso para ellos, y mientras más se lo alce mejor.
Una investigación llevada a cabo en 2016 demostró que el contacto piel a piel con el recién nacido aumenta su coeficiente intelectual y mejora el desarrollo neurológico. Otro estudio, realizado en abril de este año, descubrió nuevamente la importancia del tacto en bebés prematuros, y concluyó que el contacto suave y receptivo tiene efectos positivos de por vida y es crucial para su desarrollo adecuado.
Pero la investigación que más nos ha llamado la atención es la que publicó recientemente la Cambridge University Press. En ella se descubrió que cuando se le hace”upa” al bebé se cambia su estructura genética. Este es el primer estudio que analizó los cambios a nivel molecular en niños como resultado de este contacto en la primera infancia.
El estudio fue realizado por un grupo de científicos del Instituto de Investigación del Hospital de Niños y la Universidad de Columbia Británica. Lo que descubrieron es que los bebés que habían pasado más tiempo angustiados y que habían recibido menor contacto humano, tenían un “perfil molecular” que evidenciaba un retraso en madurativo. Estas secuelas también se detectaron cuatro años después.
“En los niños, creemos que un envejecimiento epigenético más lento puede indicar una incapacidad para desarrollarse”, informó Michael Kobor, profesor de la Universidad de Columbia Británica.
Los investigadores indican que todavía no pudo precisarse cómo afectan en el largo plazo estos cambios biogenéticos. Sin embargo, se recogieron los resultados de análisis previos observados en roedores para comparar y predecir los cambios epigenéticos en humanos.
Para el estudio se observaron 94 bebés hasta su primera infancia. A partir del primer mes de vida, se les pidió a sus cuidadores que llevaran un seguimiento del comportamiento de los bebés, anotando por ejemplo la cantidad de llanto, sueño y alimentación. Por otro lado, se les solicitó que registraran la frecuencia de contacto humano recibido. Cuando los niños cumplieron 4 años y medio se le extrajo células de sus mejillas con un hisopado de ADN, que luego fue analizado por los especialistas.
Lo que estudiaron específicamente es la metilación del ADN, que puede verse afectada por los factores y condiciones externas, sobre todo en la primera infancia. La revista científica Science Daily explicó que los científicos encontraron diferencias significativas de la metilación en cinco puntos específicos del ADN de niños que recibieron mayor contacto de los que no. Dos de estos puntos juegan un papel sumamente importante: uno a nivel inmunológico y otro a nivel metabólico.
En resumen, esto significa que los bebés que recibieron muy poco “upa” tuvieron una “edad epigenética” mucho menor que aquellos a los que alzaron con mayor frecuencia.
“Planeamos hacer un seguimiento para ver si la ‘inmadurez biológica’ que observamos en estos niños tiene grandes consecuencias para su salud, especialmente en su desarrollo psicológico”, declaró la Dra. Sarah Moore, autora principal del estudio. “Si más investigaciones confirman este hallazgo inicial, se recalcará la importancia de proporcionar contacto físico, especialmente para los bebés en dificultades” agregó.
De modo que no queda más que decir que todo bebé necesita “upa” cuando lo pide. Los niños no extorsionan a sus padres cuando lloran, simplemente tienen alguna necesidad que debemos atender. Y la primera de ellas es acercarlo a nuestro pecho para escuchar lo que intenta decirnos con nuestro corazón.